Vir Gaglianone
August 2020
Vivimos en universos paralelos. En la actualidad, es posible ver la misma realidad desde ángulos diametralmente opuestos e interpretarla cómo más nos guste. Solo basta seguir en las redes sociales a quienes coinciden con nuestro punto de vista e ignorar al resto. Quienes están de acuerdo con las políticas de la Administración Trump, por ejemplo, pueden simplemente mirar Fox News y seguir en las redes a las personalidades-megáfono del Presidente y de los políticos y grupos de interés que lo apoyan. Del mismo modo se “informan” quienes se oponen a esta Administración, quienes creen en teorías conspirativas, quienes creen en todo y quienes creen en nada. Todos y cada uno de nosotros podemos construir a medida nuestra torre informativa de cristal y acomodar la realidad a nuestros puntos de vista. Pero eso no significa que sea verdad.
A esta diversidad
de “verdades” se le suman los ataques constantes del Gobierno a los medios de
prensa. Desde el primer día de su presidencia, Donald Trump ha dejado en claro
su desdén por los medios periodísticos independientes y se ha ensañado con
aquellos que se atreven a hacer preguntas “incómodas”, o a reportar aquello que
el mandatario preferiría que no fuese reportado.
Uno de los
resultados de oír constantemente el mantra de “Noticias Falsas” es que muchos
terminan creyéndolo. Y eso es precisamente lo que quiere el Gobierno. Es tan
peligroso creer en todo como creer en nada. 
La prensa es el
perro guardián del Gobierno y no es casualidad que la primera movida de
cualquier dictador sea atacar a los medios de prensa que lo cuestionan y que
comunican la verdad a la población. La idea es sembrar la duda y atacar al
mensajero. La información se puede censurar de múltiples maneras, una de ellas
es gritando mentiras que la tapen, otra es cuestionando su veracidad.
El ataque a los
medios de prensa es siempre peligroso y una bandera de alerta para los
ciudadanos de cualquier país. Pero dicho ataque es aún peor en tiempos de crisis
como el que estamos atravesando. Hoy más que nunca es fundamental contar con
medios de prensa creíbles, y aprender a distinguir el grano de la paja. 
Para lograrlo,
necesitamos alfabetizarnos mediáticamente. Del mismo modo que la alfabetización
tradicional enseña no sólo a leer y escribir sino también a interpretar los
textos escritos, la alfabetización mediática nos enseña a diferenciar los
rumores y teorías conspirativas de las noticias con base real, que pueden
constatarse. Basta con un poquito de investigación, con informarnos
regularmente, con comparar y descubrir cuáles son las voces que debemos oír y
cuáles debemos ignorar. Basta con pensar dos veces antes de compartir textos dudosos,
sólo porque nos atrajo el título, y en cambio leer el artículo entero antes de
promocionarlo en las redes y desparramar mentiras que no ayudan a nadie.
En el mundo de
verdades relativas que vivimos, aún se puede comprobar y constatar información.
Ni todo es cierto, ni todo es mentira. Y hoy más que nunca necesitamos creer y
apoyar a los medios que verdaderamente nos informan. 





 



 
 
 
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